19 de octubre de 2011

Escondida en un sobre

Primera parte de una crónica que no tiene otro sentido que ser fuente de desahogo para mi alma atormentada. Mi pluma duerme en ocasiones, cuando miro al infinito pensando en como darle vida a lo que me roba el sueño. Ahora es de noche, y a la luz de las velas, las lágrimas se dejan ver sin ningún pudor. En el absoluto silencio que llena la casa, se escuchan los tímidos pasos del último noctámbulo que pasea por la casa. Deseo entonces no tener que guardar el dolor que asalta mi corazón y lo oprime con una fuerza atroz.

La desgracia se ha cernido sobre esta casa. Los varones jóvenes quisieron demostrar su valor por una causa fútil, y algunos han tenido que ver como esa misma causa se llevaba las vidas de sus queridos compañeros. Los soldados no tienen descanso para sus mentes, a cada mañana deben estar preparados para ver caer a sus compañeros, o quizás no pensar en el horror de imaginar sus cuerpos derrotados y sin vida sobre el campo de batalla.

Madre deja ver su pálida imagen desde el cristal de la ventana de su habitación. Es como una aparición en la oscura casa que se ha convertido nuestro hogar. La alegre risa de Robert, mi único hermano, solo nos queda en el recuerdo. ¿Cómo seguir adelante? ¿De dónde sacar fuerzas para respirar? Si acada sorbo de aire parece como un puñal en el pecho.
Todo este lugar parece más oscuro, y nadie sabe cómo dar un paso sin desfallecer. Paseo por los grandes pasillos, con la mirada vacía. ¿Qué será del futuro que está por llegar?

Ruego a quien sea que pueda escucharme, que llegue a sentir algo de lo que pueda expresar, que otorgue una mano amiga, una palabra de aliento, una sonrisa que me lleve a tiempos mejores

Diciembre, 1914

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