19 de octubre de 2011

Escondida en un sobre

Primera parte de una crónica que no tiene otro sentido que ser fuente de desahogo para mi alma atormentada. Mi pluma duerme en ocasiones, cuando miro al infinito pensando en como darle vida a lo que me roba el sueño. Ahora es de noche, y a la luz de las velas, las lágrimas se dejan ver sin ningún pudor. En el absoluto silencio que llena la casa, se escuchan los tímidos pasos del último noctámbulo que pasea por la casa. Deseo entonces no tener que guardar el dolor que asalta mi corazón y lo oprime con una fuerza atroz.

La desgracia se ha cernido sobre esta casa. Los varones jóvenes quisieron demostrar su valor por una causa fútil, y algunos han tenido que ver como esa misma causa se llevaba las vidas de sus queridos compañeros. Los soldados no tienen descanso para sus mentes, a cada mañana deben estar preparados para ver caer a sus compañeros, o quizás no pensar en el horror de imaginar sus cuerpos derrotados y sin vida sobre el campo de batalla.

Madre deja ver su pálida imagen desde el cristal de la ventana de su habitación. Es como una aparición en la oscura casa que se ha convertido nuestro hogar. La alegre risa de Robert, mi único hermano, solo nos queda en el recuerdo. ¿Cómo seguir adelante? ¿De dónde sacar fuerzas para respirar? Si acada sorbo de aire parece como un puñal en el pecho.
Todo este lugar parece más oscuro, y nadie sabe cómo dar un paso sin desfallecer. Paseo por los grandes pasillos, con la mirada vacía. ¿Qué será del futuro que está por llegar?

Ruego a quien sea que pueda escucharme, que llegue a sentir algo de lo que pueda expresar, que otorgue una mano amiga, una palabra de aliento, una sonrisa que me lleve a tiempos mejores

Diciembre, 1914

3 de octubre de 2011

Amore Deperire (Morir de amor), 1ª Parte.

Los candiles iluminaban tenuemente la calle, flanqueada por los árboles que durante el día la resguardaban del sol. El joven oficial del 5º Regimiento de dragones revisaba su aspecto mientras se dirigía al palacete donde esa noche tendría lugar la velada; había limpiado sus botas a conciencia, sus charreteras refulgían a la luz de los candiles y tras comprobar que su casaca estaba debidamente abrochada y el bicornio calado según estipulaban las ordenanzas, se decidió a llamar a la puerta. Esta se abrió dando paso al interior donde un señor esperaba servicial a que el capitán de caballería le entregase su sombrero, sus guantes y el correaje del que colgaba el pesado sable.
Se adentró en el salón, donde puedo contemplar las paredes decoradas con cuadros y las cortinas carmesíes que ocultaban los grandes ventanales. En el lado opuesto de la habitación, un cuarteto de cuerda interpretaba el Minuetto de Bocherinni mientras los asistentes al ritmo del mismo. Se dirigió a saludar a los que allí se encontraban, entre ellos el coronel de su regimiento, con quien mantuvo conversación hasta que la vio.
Llevaba un vestido blanco y en la mano derecha sostenía un abanico que utilizaba para ocultar rostro, quedando al descubierto aquellos ojos verdes que contemplaba al joven oficial de dragones y que marcarían su vida para siempre; ella apenas tenía quince años, aunque aparentaba tener varios más.
-¿Me permitís?- se disculpó con las señoritas mientras ofrecía su brazo a la joven dama de ojos verdes.
El cuarteto entonó el Concierto para Flauta y Orquesta de Mozart y el capitán invitó a bailar a su bella compañera. Mientras bailaban no podía dejar de mirarla:
-Es tan hermosa…- pensaba mientras la contemplaba.
Terminado el baile ambos marcharon fuera del salón y anduvieron por los jardines que rodeaban el palacete, entre setos y flores. Llegaron a una pequeña fuente donde se sentaron mientras escuchaban el cantar del agua y la suave brisa que mecía las hojas de los árboles. Permanecieron allí, mirándose, el tiempo parecía haberse detenido en ese instante, en esa mirada.
-Os amo…y estoy dispuesto a gritarlo al mundo- fueron las palabras del capitán mientras con delicadeza sostenía las manos de la joven entre las suyas.
Esta vez no hubo abanico que pudiese ocultar el rubor que asaltó el bello rostro de la dama. Se abrazaron, y tras un momento, se distanciaron un poco, lo suficiente para poder contemplar aquellos ojos que tanto lo fascinaban y entonces la besó y el tiempo se volvió a detener en ese instante, en ese abrazo, en ese beso…